... Arcano
XIII, Torre y Rueda.
La
“Emperatriz”, así le decían, lo había visto en su tirada de tarot, pero lo
comprobaría esa misma noche cuando su hija Estrella se lo confirmara.
Deambulaba
por las calles el año 1964, y así como el año, la puta de pocos años mostraba
sus talentos en la zona roja de Nuevo Laredo, Tamaulipas, México.
Su
trabajo lo empezaba casi al ocaso y nunca después de las diez. De tal modo, no
perdía el decoro, que es lo que le faltaba a una cualquiera. Lo que ella no
era.
El
ocaso llegó la tarde de marzo cuando la noticia de la reubicación de su zona de
trabajo le caló los pies y le subió el color.
Ya
no podía ejercer la profesión de su sustento, porque su madre, una señora de
cincuenta y cinco años con la que aún vivía, no le permitía trabajar en otro
lugar que no fuera en las cercanías de su casa. A la “Emperatriz” le gustaba tener
el control, sobre todo de su hija.
_
Nos cambiaron la zona, madre. _ Dijo la putilla al llegar a casa.
Había
estado caminando coquetamente hasta que a la entrada de la zona, donde los
hombres desechaban su estrés y su candor almacenado, un gendarme le cerró el
paso y le mostró el anuncio en el portón:
“LA ZONA ROJA SE TRASLADÓ AL PONIENTE DE LAS
AFUERAS DE LA CIUDAD, PARA BRINDAR UN MEJOR SERVICIO LEJOS DE LAS FAMILIAS
NEOLAREDENSES Y NO DAÑAR LA MORAL SOCIAL. GRACIAS”. _ Decía el letrero. Y
así, sin más, la joven meretriz se quedó imposibilitada laboralmente.
_
¿Y qué piensa el alcalde? ¿Quién irá hasta allá para darse gusto con nuestros
servicios? ¡Necedades! ¡Meras necedades! _ Espetó la madrota.
_
Pues ahora a ver qué hacemos, madre. ¿De qué vamos a vivir? ¿Nos tendremos que
mudar de aquí para irnos a la nueva zona? _ Preocupada, indagó la hija.
_
¡Por su puesto que no! Siempre ha habido trabajo y seguirá habiendo. Mientras
haya un hombre deseoso habrá esperanza para nosotras, mi Estrellita. _
_
¿Pero en dónde, am, en dónde, este, ¿cómo lo digo? En dónde voy a “ejercer” el
acto, madre? _ Musitó la dudosa prostituta.
_ ¿Tanto
trabajo te cuesta decir: “follar”? Como si me fuera a espantar. ¡Madre mía! Pues
aquí, ¿dónde más? Y ni te pongas cómoda que no pasará un día de trabajo sin
hacer dinero. _ La regañó su progenitora.
_
Pero, madre, de ¿dónde sacaré los clientes ahora? _
_
¡Por Dios! Como si no te conocieran, Estrella. A las mujeres de la vida galante
siempre nos ubican. Siempre nos necesitan. Ya verás que hoy mismo hay clientes.
Si no los consigues en la calle tú, te los consigo yo. Acuérdate de don Pepe,
Manuelito, el tullido de Andrés, y siempre habrá clientes que prefieran así el
asunto: clandestino. Ahí tienes al coscolino del señor Martínez y al padre
Tomás. Éste no tiene remilgos con acostarse contigo, pero sí con que yo le eche
una cartita. ¡Ja!_ Terminó tajantemente la señora.
La
joven puta que por un momento perdió su ubicación laboral, salió a la calle
dando un respiro de esperanza. La madre, por su parte, viendo que la hija se
iba, tomó el teléfono y comenzó a marcar números conocidos de los clientes
satisfechos al mismo tiempo que echaba sobre el buró una carta más: el Mundo.
La “Emperatriz” Sonrió.
Y
así, ante el cambio de contexto, un cambio de mentalidad. Y como dice el dicho:
si el profeta no va a la montaña, la montaña va al profeta. Y aunque no tenga
mucho qué ver este dicho con la historia, se entiende que lo que va a pasar, va
a pasar por la voluntad de alguien.
Luego
entonces, nadie se murió de hambre y hubo hombres felices y contentos para
rato.
Fin.
Cándida literatura. ¡Muy bien!
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